Postales desde Francia: La república está podrida, larga vida a la república

septiembre 24, 2013 § 1 comentario

Unos días antes de que el compañero de aventuras Tintin abandonara el barco de Saint André de Figuere para dirigirse a unas merecidas vacaciones –cierta filosofía del emigrante: Take the money and run– hablábamos sobre la entonación, ritmo y acentuación del lenguaje francés. Ahora te entiendo mucho mejor amigo. El francés posiblemente sea una de las personas del mundo que más atención presta al lenguaje y su entonación, no ocurre lo mismo con el inglés o el español. Para el francés es realmente difícil comprender una mala entonación, algo que en un primer momento parece inexplicable para nosotros gallegos emigrantes, españoles plurinacionales o ingleses con millones de acentos que primamos la comunicación sobre la «forma».

Aquí hay algo que tiene que quedarnos claro y que demuestra la importancia del idioma para los habitantes de La France, el francés no es solo un signo de identidad o pertenencia sino que el francés guarda correspondencia absoluta con la misma república, el idioma francés es la república. En primer lugar, el francés es el primer paso de pertenencia a la ciudadanía republicana francesa. Hace unos días oía en France Culture, la emisora de cultura de élite francesa (temas políticos, filosóficos, psicológicos, etc), un debate sobre el estado de la nación en donde el conflicto acerca de la inmigración se trasladaba directamente al lenguaje. Frente a un idioma “bonito” y bien entonado se sentía la amenaza de la inmigración africana, española y el ataque por parte de las banlieus al lenguaje. El ciudadano republicano veía no solo como su querido idioma era asediado sino que además siente que le proporciona poca movilidad por el mundo. La mayoría de ciudadanos de bien franceses únicamente saben su idioma y además este tampoco le proporciona muchos destinos globales aparte de la (bien rica) liga francófona formada por las excolonias. En esta situación, la clase media francesa responde con un cierre mayor de su lenguaje y, por tanto, de la república. Un cierre que muchas, muchas veces, alcanza tintes racistas y que lleva a oir en varias ocasiones ataques a los españoles (que solo vienen a coger el dinero y correr) u otros grupos étnicos por su forma de adaptar el lenguaje.

Todo ello, por supuesto, se traslada al día a día de la vida en Francia para el emigrante. En el apéro después de acabar la vendimia en el domaine Ott* se sentía parte de este ambiente.  Con una gran parte de componentes del equipo eran franceses y era inevitable que parte de ellos mostraran ciertas aptitudes racistas (para los sociólogos: 2 entre 20, un 10%). Y en esos momentos cuando sientes los verdaderos componentes del racismo. Como es el caso de S., francés más bien de clase baja, y cuya novia C. (hija de emigrantes italianos) siente afinidad por la cultura española. C. está deseando viajar al sur de Europa mientras que a S. le provoca muchos inconvenientes reforzados por su discurso racista. Todo ello lleva a que ante la presencia de españoles S. sienta una gran frustración al ver como C. se relaciona con los exóticos extranjeros reforzando aún más sus mecanismos de defensa y desbordándolo completamente ante la aparición de aún más emigrantes que convierten el territorio del grupo ya no en un territorio francés sino en uno plurinacional en donde diferentes gentes del mundo (checos, españoles, portugueses, franceses, italianos) intentan comunicarse con sus diferentes sabores. Y casos como estos existen muchísimos en el poco tiempo que llevo en Francia.

No es raro que Jacques Derrida filosofo francés de familia argelina (y el mismor econocido marrano) se centrará tantísimo en la deconstrucción del lenguaje francés. Además de la centralidad del lenguaje en su visión del mundo destaca la forma en que afrontaba el problema de la ciudadanía francesa y el idioma. Y aquí comparte estrategia con el compañero Tintín. El lenguaje francés se deconstruye desde dentro. Aprendihendolo bien y luego metiéndole caña. No hay nada como hablarle a un ciudadano racista de la republica en perfecto francés y luego demostrarle que no es el único lenguaje del mundo. Que dominas su terreno y muchos más, porque el mundo es mucho más grande que ese pedacito de tierra llamado Francia. Junto a esta estrategia existen otras mucho más violentas y frontales, como es el caso de la jerga empleada en las banlieus donde el orden de las palabras se invierten y merci pasa a ser cimer dando la vuelta a la misma república. Por supuesto, el compañero de trabajo S. denigra esta postura diciendo que es de macarras de barrio y que no se nos ocurra utilizarlo para introducirnos en la sociedad bienpensante francesa. Los emigrantes, muchos franceses de bien y barriobajeros repetimos entonces al unísono: cimer. Y es que la idea de republica francesa se ha quedado pequeña, la misma cerrazón de su lenguaje demuestra esta pequeñez y al igual que necesita la apertura para su renovación, esa primera frontera que el lenguaje debe ser derribada y renovada para que el territorio francés tenga un futuro más allá de las banlieus y el racismo. Sí, la republica está podrida, larga vida a la república. Me tocará aprender a hablar bien el francés… por mucho que utilicen la garganta o la nariz para un manchego que ha pasado por Cataluña, Galicia y habla inglés. Y mientras, continuamos vendimiando.

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