Postales desde La Mancha: Geofilosofía, dignidad, lengua y nacionalismo

marzo 1, 2014 § Deja un comentario

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Colectivización agraria en Albacete 1936-1937

«Verde el campo y fructífero; hombres y rebaños igualmente holgados sobre la novísima tierra; igualmente adheridos a la fuerza de la colina, a la población audaz y laboriosa; aquí, en el interior, un país paradisíaco […] Por entero me entrego a este designio, que esa es la última palabra de la sabiduría; sólo merece libertad y vida quien diariamente sabe conquistarlas. Transcurran aquí de ese modo sus activos años, cerrados de peligro, el niño, el hombre adulto y el anciano. Un gentío así querría yo ver y hallarme en terreno libre con un libre pueblo» [Fausto, Goethe: 11563-11580]

Hace ya un mes que abandoné Albacete camino de nuevo a la viña francesa (sic). Aún así escribo una postal como si aún estuviera allí pendiente de una otra que todavía me quedó en el tintero. Albacete es la tierra en la que me crié y en la que se supone que la mayoría de mis conexiones neuronales y mis formas de entender el mundo se desarrollaron. Son muchos los años que han pasado desde que dejé de vivir allí y mucho el tiempo en que no la visitaba de manera profunda. Supongo que otra mucha gente ha pasado por muchos más sitios que yo, no voy a hacer recuento de ellos ni a presumir, no me interesa. Si me interesa en este caso particular mi estancia en Valencia (Cataluña) y especialmente Galicia. parte de la «perifería nacionalista del estado español». Dos territorios, especialmente este último, que ya forman también parte de mi cuerpo y, por supuesto, mi corazón. No en vano, en Albacete no pocos amigos me llaman el gallego de La Roda (por la consiguiente entonación melódica y alargada gallega), mientras que paradojicamente en Galicia me recuerdan que aún conservo un cierto acento castellano (manchego). Llega a hacer gracia, aunque a veces te haga pensarte como no perteneciente a ningún sitio, es la propia historia grabada en la lengua.

Y me resulta curiosa esta fijación en la lengua y el lenguaje. Para cualquiera de los habitantes independentistas y nacionalistas de los territorios que he habitado (España, Galicia, Cataluña, Valencia, Francia) viene a conformarse como un elemento central de identidad. Y son palabras todas estas: identidad, lengua, nacionalismo (soberanía) que tienen su origen en la modernidad y no dejan de resonar con ella. No se si inocentemente pero muchas veces pienso que todas estas palabras son tonterías, codificaciones que de un periodo (muy) concreto de la historia nos dimos los humanos para nuestra organización política, cultural y social. ¿Es hora de situarse un poquito más allá? Los niños de los sitios que he habitado suelen aprender como primeras palabras siempre cosas parecidas: papa, mama, caca, pipi. Al igual que pienso que existe una especie de lenguaje universal (entre muchos otros) que permite en primer lugar una comunicación entre especies más allá de los límites de las gramáticas modernas, la normalización lingüística y las reales academias de la lengua. Una comunicación que tiene que ver con el movimiento, la química, la mirada, lo no verbal, el olfato, la entonación, el sonido, etc. La búsqueda de un lenguaje universal y común debería empezar antes que por el esperanto por los animales, las plantas y la materia inorgánica. Ahí creo que encontraríamos verdadera comunciación y verdadera sabiduría y quizá también encontraríamos una Nueva Tierra, un nuevo nacionalismo si se quiere.

Y he dicho inocente porque bien es sabido por todos la relación que el lenguaje ha tenido con el poder. No hace falta irse a lecturas posmodernas de Foucault y Buttler sobre la performatividad del lenguaje, muchas han sido las historias de vida que a lo largo de mi camino he oído sobre traumas relacionados con la utilización de ciertas lenguas como la gallega o el euskera. Por un lado la identificación entre el gallego y el paleto de pueblo por otro la relación entre el euskera y el nacionalismo (y también los paletos de pueblo). Las lenguas de la «periferia española» se han conformado así como un instrumento de resistencia frente al imperialismo y los afanes absolutistas. Algo lleno de una profunda dignidad y merecedor de una gran admiración por todos nosotros. Ahora bien, la lengua y el poder no han ejercido solo su influencia en los territorios de la «periferia española»: los mapas son mucho más complejos que una serie de retículas cuadriculadas sobre un papel en dos dimensiones. Sólo hace falta visitar el agro albaceteño o ver a los españoles (muchos andaluces y castellanos) que trabajan en el campo francés para comprobarlo: muchos son analfabetos y muchos otros muestran serios problemas con las lenguas y normativas imperiales. No todos los habitantes de Castilla son hidalgos del medievo o grandes terratenientes al igual que los habitantes de Galicia pueden ser igualmente absolutistas a través de normativas que devienen (nuevamente) imperiales. No. Tampoco el flamenco es una lengua imperial, sino una lengua nómada y gitana que se vive en los «peores tugurios» de Albacete y Andalucía, al igual que ocurre con el jazz (por mucho que ambas hayan querido ser capturadas por la alta cultura). Incluso, voy a decir más, si realmente a lo material y económico nos referimos vamos a encontrar mucha más pobreza y desempleo a lo largo de la modernidad en el sur (españolista) del Reino de España que en el norte (nacionalista periférico). Mucha ha sido la pobreza y miseria que me han relatado los abuelos manchegos (al igual que, repito, su analfabetismo) y mucha es la pobreza que muestran los mapas del paro en la actualidad en el sur de España. Incluso si miramos al nivel de la política representativa, mientras que las luchas socialistas han estado muy presentes en lugares como La Mancha o Andalucía, lo han estado menos en otros lugares como Galicia. En la historia de la «democracia española» ha gobernado durante mucho tiempo en un sitio el PSOE y en otro el PP por poner solo un ejemplo númerico.

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Mapa del paro en España 2013

Sinceramente, muchas veces no entiendo como los habitantes del «norte nacionalista» del Reino de España pueden echar la culpa de sus problemas a esta panda de desharrapados, que lejos de los estereotipos, no han hecho a lo largo de su historia más que trabajar y «tirar pa’lante» en gran parte como jornaleros en los grandes latifundios de estas tierras. Incluso es normal que a veces se vea con resentimiento esta visión de los «norteños» como cierto mecanismo de defensa de los propios intereses por encima de los de los sureños. No he parado de oír este argumento en Albacete, por cierto. La geofilosofía define a la gente del sur como más vaga, más callejera, más animal, más irracional, más corporal frente a los norteños que son más racionales, organizados, cabeza cuadradas, etc. Una división que se repite en un pais y otro o un territorio y otro, de forma relativa: España, Francia, Europa, Estados Unidos, el mundo, asociado generalmente al territorio (y su organización) y al clima. Si bien esta clasificación puede tener tintes de ser cierta no se pùede negar su enorme capacidad de esfuerzo y trabajo a los territorios sureños, junto a su enorme dignidad, al igual que tampoco se puede hacer más que comprobar empíricamente la mayor riqueza económica de los territorios norteños. Un pensamiento perverso de un Albaceteño podría llegar a decir: esta gente tiene más dinero, nosotros llevamos toda la vida dejándonos la espalda y la vida en el trabajo y aún así ¡van de víctimas!

Y así nos va (sic), buscando una salida a la modernidad (y la modernidad lingüística), los unos echan parte de sus culpas a los otros, y viceversa, mientras unos pocos se benefician de las miserias de los demás, cada vez más tras el fin de la clase media y el establecimiento de nuevas categorías sociales. Una cosa le diría especialmente a mis amigos gallegos al igual que también hay que recordársela a mis amigos albaceteños: no son pocas las ocasiones en que buscamos enemigos exteriores y ocurre que muchas veces el enemigo es interior. Los gallegos deberían preguntarse, entre muchas otras cosas, porque durante la historia de la democracia española ha ganado el PP en sus territorios. Los manchegos y andaluces deberíamos preguntarnos por que seguir aguantando con resignación y estoicismo esta situación de desigualdad social y económica, también por qué valoramos ciertas formas culturales más propias del patrón, del amo (así se sigue llamando al patrón en el agro rodense) y del señorito que del hombre de a pie.

Y es que tenemos mucho por construir. El éxodo hacia la nueva tierra no ha hecho más que comenzar. Es hora de alegrarnos <3

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